El éxodo empresarial

Es una realidad que vivimos en un entorno donde la tecnología es parte de nuestra vida diaria y ha orillado al ser humano a estar en constante aprendizaje y adaptación a las formas novedosas en que se realizan diversas actividades cotidianas.
Y es justo por esa adaptabilidad a la modernidad que en el mundo empresarial se ha experimentado una transición, ¿En qué sentido?
Etimológicamente la palabra éxodo significa “salida” y a modo de sinónimo se pueden utilizar términos como “abandono” o “desplazamiento”, dichos términos pueden describir a la perfección lo que en los últimos 10 años se ha experimentado en el ámbito empresarial como un “abandono” en las formas de hacer negocios ya que nos encontramos en un entorno dónde las autoridades fiscalizadoras encargadas de coadyuvar con el Estado para la recaudación de impuestos han tenido que aprender a usar la tecnología a su favor para implementar mecanismos de fiscalización en aras de lograr eficacia en su labor.
Motivo por el cual tanto los contribuyentes (empresarios) como quienes tenemos el privilegio de fungir como asesores debemos de aprender y sobre todo entender esta nueva realidad, lo cual aun en pleno 2024 les es difícil a algunos hacerlo.

El empresario en general se interesa más por conocer la manera en que puede eludir y evadir sus obligaciones en materia fiscal y así mismo conceptualiza como un asesor ideal a aquel, que, llamándose profesionista, tiene un panorama igual o más acotado que él y secunda una forma de hacer las cosas que hoy por hoy se vuelve inclusive un riesgo que pone de por medio la libertad tanto del empresario como del asesor. Esto también ha llevado a que se pierda de vista el objetivo principal por el cual se crea un negocio y ¿Cuál debería ser este? ¿Para ser rentable o para ahorrar impuestos?
Son interesantes las respuestas a estas preguntas ya que al buscar la rentabilidad no solo beneficia a los dueños o socios del negocio, sino también a quienes colaboran en dicho proyecto y en consecuencia el estricto cumplimiento del Art. 31 frac. IV de CPEUM, dicho esto, se vuelve ahora indispensable contar con información que sirva para determinar si esa rentabilidad se está logrando y es aquí donde juega un papel importante la contabilidad, ya que es mediante ella que se obtendrán los reportes financieros que serán vitales para la toma de decisiones, mientras que el buscar todo el tiempo ahorrar impuestos se vuelve solo un beneficio mediático que a mediano plazo se refleja en una mala administración dentro de un negocio.

Sin embargo en la práctica es común que se conceptualice que al elegir un determinado régimen fiscal es una condicionante para llevar o no registros contables y dicha idea es inclusive promovida por la propia autoridad fiscal, sin embargo es importante no perder de vista lo que establece el Art. 33 de Código de Comercio donde leemos que “El comerciante está obligado a llevar y mantener un sistema de contabilidad adecuado”, es interesante destacar que aquí no hay una distinción con base a un régimen fiscal en particular, sino más bien se dirige específicamente a las personas que por definición el Art. 3 del mismo ordenamiento identifica como aquellas que “tienen la capacidad legal para ejercer el comercio y hacen de él su ocupación ordinaria.”

Dicho lo anterior, debemos entender que estamos en una era donde se vuelve obsoleto aquel asesor que se consideraba era el “ideal” porque presentaba declaraciones en ceros, reportaba ingresos a medias, solo calculaba impuestos y hacia facturas, creaba estrategias fiscales basadas en “compra de facturas”, se le veía esporádicamente y solo estaba presente para cobrar sus honorarios y aun y llevando contabilidad solo registraba las erogaciones que tuviesen como respaldo un CFDI (y bien dice una frase que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).
Lo de hoy es un asesor que se debe involucrar en la operatividad diaria del negocio, que se interese en actualizarse y sea profesional dejando claro que el trabajo a desarrollar no es para mantener contento a quien lo contrate, ni solamente es para determinar impuestos, hacer facturas o realizar trámites si no que deberá brindar información financiera para la correcta toma de decisiones atendiendo a la normatividad y disposiciones legales vigentes.

Razón por la cual es preciso entender que ya es una realidad el que, hoy por hoy la autoridad poco a poco ha estado dejando sin oportunidades a aquellos pseudo asesores que ofertaban sus servicios basado en mero cálculo de impuestos, ya que la autoridad, aun y con deficiencias, hace uso de la tecnología mediante robots que analizan la información contenida en los CFDI y efectúan un cruce de información donde, a su manera, determinan diferencias, entre las declaraciones presentadas y los CFDI expedidos, dichas diferencias se informan a los contribuyentes mediante avisos en buzón tributario y los medios de contacto que se vinculan a este mismo, lo cual genera en el contribuyente una preocupación e incertidumbre por saber qué fue lo que su pseudo asesor declaró y esto se agrava aún más si es que todo el tiempo solo se atendió a la presentación de declaraciones y expedición de CFDI sin llevar un registro contable preciso de las operaciones del negocio, lo cual dificulta, en consecuencia, conocer cómo y porque se informan las cantidades presentadas en las declaraciones mensuales y anuales.

Y es así como tenemos ahora una autoridad fiscal que se jacta por un incremento en su recaudación, lo cual, en una primera impresión resulta increíble considerando que no se han creado nuevos impuestos ni tampoco se aumentaron las tasas de aquellos que están vigentes y más bien se creó un régimen fiscal (para personas físicas) en el cual de acuerdo al Art. 113-E de LISR pagan un ISR mensual máximo del 2.5% sobre ingresos amparados por CFDI efectivamente cobrados, es por eso que la pregunta obligada seria ¿En dónde radica el incremento en la recaudación?, la respuesta la encontramos en el área de oportunidad que la autoridad ha encontrado en la promoción de revisiones e inspecciones las cuales dejan ver la vulnerabilidad del contribuyente en cuanto a control administrativo se refiere.

Por ello ahora se vuelve un área de oportunidad para el asesor el que promueva una cultura corporativa basada en la implementación de controles internos y registro de operaciones mercantiles (contabilidad) que doten de herramientas al empresario para una administración eficaz de su negocio, pero más aun, el blindar todo el esfuerzo y empeño que él pone en su proyecto de negocios que se traduce en patrimonio. La materia fiscal no lo es todo en los negocios.
Sirva entonces el presente articulo como una forma de contribuir a la concientización tanto del empresario como de los asesores.

Por un lado el empresario debe comprender, como lo enunciamos hace un momento, que un negocio se crea para ser rentable y el visualizar que el hecho de estar en un ámbito de formalidad es más un beneficio propio que para las autoridades, ya que brinda certeza jurídica a su patrimonio y el asesor tendrá que aprender a que su labor será ayudar a transformar la visión de negocios del empresario brindando información financiera y priorizando esta sobre cuestiones fiscales, dejando en claro que cuenta con la capacidad profesional para desarrollar su trabajo y no para satisfacer las exigencias de quien lo contrata.

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